Pocos autores han intentado penetrar en el misterio de la creación con tanta intensidad como Calderón. Sólo Goethe, en su Fausto, se sintió hermanado en ese entusiasmo por profundizar en «filosofía, jurisprudencia, medicina y hasta teología»
«El sol, según su antiguo hábito, toma parte en el
alternado canto de las esferas, y su camino termina con el estampido del
trueno».
Toda
la obra de Calderón traduce esa doble faz de sereno «canto de las esferas» y
agresivo «estampido del trueno». Como un mundo abreviado, registra la compleja
situación del hombre barroco que se debate entre el humanismo todavía muy vivo
que le otorgaba una posición privilegiada en el universo y el racionalismo más
ordenador que trataba de relegarlo a una situación muy secundaria dentro del
cosmos.
«El sol, según su antiguo hábito, toma parte en el
alternado canto de las esferas, y su camino termina con el estampido del
trueno».
Toda
la obra de Calderón traduce esa doble faz de sereno «canto de las esferas» y
agresivo «estampido del trueno». Como un mundo abreviado, registra la compleja
situación del hombre barroco que se debate entre el humanismo todavía muy vivo
que le otorgaba una posición privilegiada en el universo y el racionalismo más
ordenador que trataba de relegarlo a una situación muy secundaria dentro del
cosmos.
«El sol, según su antiguo hábito, toma parte en el
alternado canto de las esferas, y su camino termina con el estampido del
trueno».
Toda
la obra de Calderón traduce esa doble faz de sereno «canto de las esferas» y
agresivo «estampido del trueno». Como un mundo abreviado, registra la compleja
situación del hombre barroco que se debate entre el humanismo todavía muy vivo
que le otorgaba una posición privilegiada en el universo y el racionalismo más
ordenador que trataba de relegarlo a una situación muy secundaria dentro del
cosmos.
Si tuviésemos que relacionar
su obra con la pintura de la época, a la que tanto debe (desde Pereda a
Velázquez y Zurbarán), el ejemplo más completo sería el Greco. Su composición El
entierro del conde de Orgaz, con sus diferentes planos espaciales y
las correspondencias geométricas, puede resumir el arte de Calderón, entre el
orden y el ansia de infinitud.
Si tuviésemos que relacionar
su obra con la pintura de la época, a la que tanto debe (desde Pereda a
Velázquez y Zurbarán), el ejemplo más completo sería el Greco. Su composición El
entierro del conde de Orgaz, con sus diferentes planos espaciales y
las correspondencias geométricas, puede resumir el arte de Calderón, entre el
orden y el ansia de infinitud.
Calderón, como hizo con la
mayor parte de sus temas, no tuvo que inventarse nada. Sólo necesitó observar,
reflexionar y fundir cultura y vida para desarrollar de una nueva manera, totalmente
original, la trama ya conocida. El misterio de cada día, el arcano de la existencia y el secreto de la
naturaleza constituyen la verdadera fábula de cualquier obra por encima de
argumento o acción. No
importa el género de que se trate, porque lo mismo comedia, drama que auto o
incluso entremés, todo lleva el sello de la dualidad inmanente del ser. En último término, sus
personajes, los más logrados como Segismundo, hombres siempre llenos de
humanidad, de acuerdo con el nuevo modelo de héroe moderno, viven para
encontrar su ideal.
El mundo, como máquina
perfecta, había dejado de ocupar el centro del universo; el hombre quedaba
relegado de su posición de privilegio dentro del cosmos y tenía que abandonar
su situación estable mantenida durante siglos para aceptar un lugar secundario
dentro de él.
En las teorías de Kepler,se puede hallar,un paralelismo con la teoría
literaria de Calderón. En el Prodomus , Kepler adaptó las formulaciones copernicanas para ajustarlas a una
interpretación matemática del mundo. Para él, el mundo
era una imagen y reflejo de la esencia divina y había sido creado por Dios
desde la eternidad, y para crearlo había elegido las formas geométricas
perfectas. En cuanto criatura divina, el mundo no podía tener otra forma que la
esfera por ser el más perfecto de los modelos geométricos. El sol, como imagen
de Dios Padre, sólo podía ocupar una posición privilegiada y a su alrededor
giraban cinco planetas, inscritos cada uno, a su vez, en su esfera respectiva.
Con explicaciones matemáticas fundamentaba las relaciones entre unas y otras
esferas.
Calderón no despreció ninguno
de estos conocimientos,todos los fenómenos
extraordinarios y los misterios ocultos de la naturaleza fueron objeto de
interés por muchos escritores, algunos de ellos jesuitas.
Pero, junto al estudio de los
astros, objeto de gran interés científico, se desarrollaba paralelamente la
astrología en cuanto forma de interpretar las conexiones entre los movimientos
de los astros y los de las vidas de cada hombre.
Pero la larga tradición pesaba
demasiado para poder dar fin a esos intereses astrales. Tratados como La
esfera del mundo, del inglés Juan de Sacrobosco (del siglo xiii aunque impreso por primera vez en
Ferrara, 1472), había sido estudiado y comentado en España durante más de un
siglo, lo que había permitido difundir los sistemas astronómicos de los
pitagóricos y de los egipcios. Este tratado ofrece gran
interés por su atención preferente al sol y su interpretación como imagen de la
divinidad y por la defensa incondicional del libre albedrío
sobre todas las acciones de los astros. Hay una verdadera obsesión en el tratado por considerar
el astro como la mejor forma de reproducir la figura de la divinidad, mientras
que su opuesta, la luna, se entendía como la imagen de lo negativo, en cuanto
se relacionaba con los eclipses y las variaciones naturales
Calderón no estuvo ajeno a los
cambios científicos ni a las preocupaciones geográficas, cosmográficas ni
astronómicas . Son muchas las obras que plantean el conflicto a partir de un
horóscopo o que ensayan la composición del mundo en los cuatro continentes, o
incluso que describen las estaciones y las horas (en el teatro sacramental), pero lo más importante es que el concepto incluido en el título de
Ginés de Rocamora (astrólogo citado, junto a Porta, en El
astrólogo fingido), La esfera del universo , no se reduce sólo
a una idea sino que responde a una realidad cotidiana bien conocida para el
autor en cuanto que era un elemento común en las decoraciones, en la pintura y
entre los objetos de palacio, lugar frecuentado por el dramaturgo de la Corte.
Asimismo, la serie de tapices Las
esferas (hacia 1530),
entre las que destacanHércules
sosteniendo la esfera celeste, La Tierra amparada por Júpiter y Juno y Atlas
sostiene la esfera armilar, imponían todo un espectáculo en donde
se entrelazaba la ciencia, el mito, la realidad y la metáfora. También la librería del
Alcázar proporcionó valiosos testimonios sobre el interés de los Austrias por la geografía, la
cosmografía, la arquitectura y la astrología. En el inventario hecho en la época de Carlos II, se
registró una edición en español del Atlas Mayor, de Johannes Blaeu, en
cinco volúmenes, uno de los más importantes del momento, y la propia librería
contaba con gran cantidad de libros de estas materias.
Asimismo entre las imágenes de la monarquía austríaca era
muy frecuente ver la figura de Felipe IV sentado sobre el globo del mundo (que a su vez
estaba sostenido por Neptuno), en claro símbolo de dominación, y en su escudo el globo terráqueo se
muestra sólo debajo de la imagen de la Eucaristía, en clara alegoría de la
superioridad de los valores religiosos que tenía la monarquía.
De
todo ese variado conglomerado científico, artístico y emblemático surge el
valor de la esfera en Calderón. Valor que se manifiesta en dos sentidos; por
una parte, en hacer de esos símbolos del mundo un objeto real para utilizarlos
en la escenografía; por otra, en tomar la esfera como base de una concepción
del mundo perfecta y desarrollar su arquitectura dramática en función de los
componentes de esa esfera, en función de las bóvedas.
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